Ese sentimiento de quererte matar a besos me consume poco a poco cuando te acercas a mí sin miedo y sin nada que temer, como si no te importara lo que la gente pudiese estar pensando acerca de nosotros, acerca de ti y de ella, acerca de mí, acerca de nosotros.
¿Cómo te atreves a mirarme así, nada más? Llegas con tus ojos y sin decir nada, tratas de retarme a que haga algo, pero, mi vida, ¿qué podría hacer yo? Nada.
Me encantas. Me fascinas y me inquietas y me preocupas y me pongo sin discurso elocuente alguno cuando estoy contigo.
Esto es más que nada una mezcla entre cariño y coraje, coraje que te excita de vez en cuando a pensar en hasta dónde podré llegar a disimular lo que siento por ti y a veces también te da este sentimiento de impotencia que te deja como indiferente y que me deja como por dejarlo todo.
Después de tanto y después de todo, sigues siendo tú el único hombre que despierta mis ojos y me deja por pensar en la verdadera situación en la que estoy metida.
Mis sentimientos me han metido en este problema y supongo que es hora de seguir adelante, tú me lo pides a gritos y sin embargo, yo me muero de ti, mi vida. Eres tú lo que no estaba buscando, pero encontré de la nada un día.
Te quiero, te odio y de igual manera siempre estoy pensando en ti y en arrancarte esa sonrisa para pretender que siempre fue mía y de ninguna otra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario